domingo, 17 de octubre de 2010

UN VIAJE MUY BIEN APROVECHADO



Me llamo Marta. El último puente, a principios de Noviembre, fui con mis padres a Barcelona.

Yo vivo en Zaragoza y mi colegio se llama Salesianos, es un colegio grande y bien cuidado.

En Barcelona conocí a una niña llamada Megan que era pobre.

La conocí una tarde que iba paseando con mis padres y ella estaba sentada en la acera pidiendo limosna.

Entonces yo le pregunté:

-Hola, ¿como te llamas?

-Hola, yo soy Megan,¿ y tú?

-Yo me llamo Marta y he venido con mis padres a conocer Barcelona.

Yo me dí cuenta de que estaba pidiendo en la calle. Megan era alta y muy guapa pero no tenia dinero y sus padres estaban en paro. Charlamos un rato y yo me apunté su dirección para poder escribirle.

Nos despedimos.

El viaje de vuelta a casa fue muy largo, mí padre y mi madre estuvieron cantando canciones de cuando eran jóvenes y como yo no me las sabía pues no cantaba, solo escuchaba:

- Un rayo de sol, oh, oh, oh!!!

Al llegar a Zaragoza, descansamos un día y al siguiente fui al colegio.

Me daba un poco de vergüenza porque era un nuevo curso, pero al final pensé que por ayudar a Megan tendría que dejar la vergüenza a un lado y contarle al profesor lo que me había pasado.

Cuando los profesores se enteraron de la situación de Megan decidieron hacer algo para ayudarla.

Hablaron con sus alumnos y cada clase pensó en que tenían que ayudar de alguna manera, así que expusieron ideas como por ejemplo:

Una clase decidió hacer unos bonitos dibujos y venderlos en el patio del colegio.

Otros comprar llaveros de metal y pinturas y vender las 2 cosas para que quien los comprara los decorara a su gusto.

Y otra idea genial fue pintar camisetas y venderlas.

Todos los meses los alumnos de la clase pensaban ideas nuevas y así cada mes podían enviarle a Megan el dinero que ganaban con sus trabajillos, que aunque no era mucho todos los meses Megan lo recibía loca de contenta.

Megan fue a un colegio y habló con un profesor que lo comentó con sus compañeros y y se ofrecieron a que cada semana uno de ellos les darían clase para recuperar el tiempo perdido.

Compraron libros, cuadernos, bolígrafos y pinturas y aun les sobró para un bocadillo cada día, que después del esfuerzo se comía muy a gusto.

Y así Megan consiguió aprender a leer y a escribir porque pudo estudiar gracias a la idea de su nueva amiga Marta y la ayuda de todos sus compañeros.

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